Queridos lectores,
Soy Carmen León, abogada especializada en derecho de familia con más de 27 años de trayectoria. El motivo de este artículo es abordar la situación de los menores de edad que se encuentran en entornos familiares donde existe violencia doméstica.
Desde mi experiencia, éste es uno de los temas más delicados y que mayores efectos negativos genera en los niños y adolescentes. Aunque no sean víctimas directas de la violencia, el solo hecho de presenciar y convivir con maltrato hacia sus madres, padres u otros familiares puede tener consecuencias muy graves en su bienestar y desarrollo.
Los estudios psicológicos han demostrado que la exposición a violencia doméstica durante la infancia y adolescencia causa daños significativos en la salud mental y emocional de los menores. Entre los problemas más comunes se encuentran: ansiedad, depresión, estrés postraumático, baja autoestima, sentimientos de culpa, miedos y fobias. También pueden desarrollar patrones de comportamiento agresivos, violentos o antisociales, que incluso pueden prolongarse hasta la edad adulta.
En el ámbito educativo, estos niños y jóvenes suelen tener dificultades de aprendizaje, falta de concentración, ausentismo escolar y fracaso académico. La violencia en sus hogares dificulta que puedan focalizarse en sus estudios y cumplir con las tareas escolares. Muchos desertan o abandonan sus estudios de forma prematura, lo que reduce sus oportunidades futuras.
Otro efecto muy frecuente es que reproduzcan modelos de violencia en sus propias relaciones personales y de pareja cuando sean adultos. Las niñas, en especial, corren mayor riesgo de involucrarse en dinámicas de maltrato, al considerar la violencia como algo “normal”. Los niños, por su parte, tienen más probabilidades de adoptar conductas violentas y agresivas hacia sus parejas.
Pese a este preocupante panorama, mucho se puede hacer si estos menores reciben ayuda especializada a tiempo. Necesitan un entorno de cuidado, protección y apoyo emocional que les ayude a procesar la violencia vivida. Un abordaje interdisciplinario con psicólogos, trabajadores sociales y otros profesionales es ideal para atender sus necesidades integrales.
También es muy importante trabajar con las madres, no solo para que salgan de la situación de violencia, sino para concientizarlas sobre cómo ésta afecta a sus hijos. Muchas minimizan el impacto si los niños no son golpeados directamente, pero el daño psicológico existe y hay que intervenir.
Desde el ámbito legal, en nuestro país contamos con un sólido marco de protección integral de derechos de niños y adolescentes, así como legislación específica sobre violencia doméstica. Como operadores jurídicos es nuestro deber aplicar diligentemente todas las medidas disponibles para resguardar el bienestar de los menores, tanto dentro del hogar como en procesos de separación o divorcio.
El camino por recorrer es largo, pero no imposible. Con voluntad y trabajo en conjunto podemos y debemos garantizar que los niños y jóvenes que sufren violencia doméstica reciban la asistencia adecuada. Ellos son el futuro de nuestra sociedad. Proteger su bienestar y derechos debe ser una prioridad para todos.
Quedo a disposición de ustedes para seguir abordando este delicado tema. Reciban un afectuoso saludo,
Carmen León.